sábado, 16 de abril de 2016

EL MUNDO DESLUMBRANTE


“EL MUNDO DESLUMBRANTE” de Siri Hustvedt
Por José Luis Vicent.

Veinte días de densa lectura y la advertida huella que dejaría a su término sellada en una libreta de gusanillo a base de notas poco legibles: círculos, asteriscos, subrayados, flechas arriba o abajo, entrecomillados, anotaciones al margen y en fin, un sinfín de signos empeñados en superar lo resaltado por su inmediato anterior. Algo deprimido ante su dificultad extractiva, me he ido al baño, lavado la cara y mirado al espejo que ha acudido en mi auxilio mimetizándose en una parte de la forma y otra del fondo, del inmenso océano literario del que terminaba de salir. Ha alargado su mano, desestimado la libreta —cuaderno-I de inútil me ha parecido escucharle— y se ha apropiado del libro ojeándolo como un examinador en busca de preguntas.

ESPEJO: Veamos, háblame del principio, es decir, de la introducción.

YO: Será introducción pero se asemeja a resumen. Algo insólito. Podría decirse que Siri Hustvedt arriesga al revelar tanto de entrada, pero le sale bien porque eso mismo es lo que suscita el interés de llegar hasta el final.

E: ¿Siri Hustvedt o a I.V.Hess? ¿No es esta última quien firma?

Y: Bueno, digamos que llevado de la mano de Siri, Hess es la personaje encargada de escribir la historia partiendo de la curiosidad que le despertó una frase leída en una revista de arte y la información enviada a la misma por un tal Richard Birckman a través de una extensa carta y que no es más que un seudónimo de Harriet Burden —otra suplantación—reivindicando la autoría de sus tres grandes obras conocidas globalmente como “los enmascaramientos” y comprometida a tirar del hilo.

E: ¿Y lo hace?

Y: ¡Ya lo creo que lo hace! Y esa labor abre paso a una exquisita combinación de diversos estilos literarios, desde la frialdad de una entrevista o las declaraciones personales de familiares y amigos hasta la calidez y sensibilidad de los cuadernos de Harriet, diarios íntimos reflejo de sus emociones llenos de preguntas y respuestas a sí misma que te hacen pensar, sentir, odiar, amar, vibrar e incluso llorar. Podría decirse además, que hay un doble homenaje: hacia Harriet tomando el título de su heroína, poeta y filósofa Margaret Cavendish y hacia sí misma cuando al final a punto de morir Harry (ya sabes, Harriet masculinizada) la vidente Sweet Autum Pinkney habla de Sirius como la estrella más brillante o deslumbrante que se puede ver desde la tierra.

E: ¿Te parece que la obra tiene el arte como columna vertebral? 

Y: Humm, al principio creía que sí, con todas esas historias de los artistas a los que tuvo que recurrir Harry para mostrar su trabajo y demostrar que el triunfo está mucho más asegurado si quien firma es un hombre. Al hablar de ellos en particular y del mundo del arte en general tuve esa sensación —creo que ampliamente extendida entre los neófitos en la materia— de que en algunas ocasiones nos toman el pelo.

E: ¿Y después?

Y: Después vi que había mucho más. Pero te diré una cosa para que certifiques mi ignorancia. Hasta ahora era casi un secreto. No muy lejos de aquí, en una inmensa rotonda, hubo un tiempo en que reposaba entre sus geométricos estanques de agua presididos por un mirador, una extraña figura hecha a base de amasijos de hierro entrelazados al parecer arbitrariamente. Digo al parecer porque nunca estuve seguro si eran los restos abandonados de la obra civil o el resultado final de una obra artística. Ahora ya no están pero desconozco a dónde han ido a parar, si a un vertedero o a una galería de arte.

E: Eso es muy lamentable por tu parte.

Y: Ya te lo he dicho. Sé que nada tiene que ver con los desbordantes trabajos de gran contenido y llenos de intención que Harriet Burden realizaba y que están magníficamente descritos en diversos puntos de la obra literaria —fíjate que me resisto a llamarle novela—, pero sí se puede asemejar a las crucecitas de colores que Rune elaboraba como churros y que se vendían a precio de oro, sobre todo algún color poco frecuente. Como los cromos que coleccionábamos de niños, pero para adultos ricos y caprichosos. Aunque parezca muy distante una cosa de la otra, el arte, como la bolsa puede moverse a base de rumorología interesada, así que mejor no entres si no entiendes o no lo sabes controlar.



E: ¿Qué más has podido apreciar?

Y: La poderosa influencia del pasado. La infancia y todo eso. El padre de Harriet por ejemplo solo era capaz de entender el concepto binario de las cosas en cuanto a ser verdaderas o falsas y nunca la reprendía pero no mostraba interés alguno por ella. Luego con su marido Félix le pasó algo parecido. Todos tenemos influencias. Es bueno conocerlas y dominarlas si creemos que son capaces de hacernos daño. En cualquier caso, estamos hablando de un personaje especial, con unos rasgos muy alejados de nuestra presumible medianía que por otro lado nos hace a menudo mucho más felices. Lo cotidiano y la normalidad no tienen por qué ser sinónimos de aburrimiento y en esta obra está muy latente el sentido de lo excepcional, de la originalidad por encima de todo, a veces hasta el desencuentro con uno mismo o hasta la muerte imprevista, como supongo que fue el caso de Rune.

E: ¿Crees que personajes como El Barómetro, Rachel o Bruno aportan algo?
Y: Por supuesto que sí. El Barómetro es el tipo más raro en esa casa de acogida de artistas y sujetos extraños al que alguien cataloga como esquizoafectivo. Michel es su amiga de toda la vida con quien de pequeñas comparte sus sueños y su obsesión por querer ser “niña buena” sin logarlo y más adelante sus confidencias, como el proyecto que llamaba de los seudónimos y sus dudas sobre si realmente somos una persona o somos muchas. Bruno estuvo enamorado de ella hasta su muerte. También ella de él a pesar de sus continuas recriminaciones para que concluyera su “poema épico”. Los galeristas y críticos de arte aportan sus granitos conceptuales para ir construyendo la figura de Harry y su impresión sobre el supuesto experimento que no le salió como ella hubiese querido. A eso sí podría atribuírsele un gran brazo de la obra.

E: ¿Crees que Maisie es la persona más normal en esta historia?

Y: Seguro que sí. Y quizá por eso, porque no se miraba tanto a su propio ombligo, la hija de Félix Lord y Harriet Burden fue capaz de analizar y comprender bastante bien a ambos y de crear su propia familia casándose con un tipo normal, sin complicaciones. Su padre decía que se enamoró de su madre por todo aquello de lo que él creía carecer y bastante después supo que tuvo amantes de todo tipo. Se dedicó a las artes visuales y consiguió terminar el rodaje de “La máscara natural”, film con el que trató de aportar luz a la realidad ignorada de su madre como artista.

E: ¿Y Ethan?

Y: Era “el niño excéntrico” al que había que tratar con cuidado. Poco amigo de mostrar signos externos de debilidad. Su hermana Maisie decía que en sus correos nunca se despedía con ningún saludo cariñoso —lo hacía con un simple “Ethan”— y que tenía una memoria prodigiosa para todo lo que leía. A mí me ha llamado la atención ese momento en que se empeña en descifrar su propio sueño llegando hasta el último rincón del mismo para atribuir un significado coherente. También convierte las iniciales del nombre y apellido de su madre en el principio de las frases que componen una especie de acertijo. Pero lo que más me ha cautivado es ese alfabeto en que A es el artista, B el objeto a observar, C el sujeto que lo contempla y D es el suplantador de A que motiva que C varíe la percepción de la misma obra. Me hace gracia porque podría decirse que E es la autora de un libro que trata de A, B, C y D, mientras que los lectores F somos libres de cambiar o no su percepción en el supuesto que consideremos a G como suplantadora de E. Pero eso no es más que una aparente sutil apreciación para enmascarar mi desconocimiento al respecto.

E: Ya que lo dices. Otro tema troncal es el de las máscaras ¿no crees?

Y: Por supuesto que sí. Y lo deja bien clarito. Yo creo que todos en mayor o menor medida utilizamos máscaras para protegernos de nuestros otros yoes que sabemos que existen pero casi siempre nos negamos a buscar si con el que nos presentamos nos sentimos felices (¿acaso pasar por este mundo no se trata de eso?). Pero a veces presentamos máscaras que evitan nuestro compromiso, que nos justifican en determinadas situaciones de las que no queremos saber nada y más tarde quizá nos sintamos mal por ello. Otras veces presentamos las máscaras del atrevimiento, las que incitan a dar un paso adelante evitando la reflexión que la retiene. Todo en nosotros, si lo analizamos en profundidad, puede que sean máscaras. Profundidad que mal entendida puede llevarnos a estados de locura, esos en los que mirándote al espejo no te reconoces porque estás viendo tus propias entrañas como las figuras transparentes de Harry.

E: ¿No te estarás refiriendo a mí?


Y: Ni por asomo. Ya me ocupé yo de no comprarte ni de aumento ni deformable. Normalito, normalito. Y en rebajas. Quizá por eso tu escasa calidad no me refleje correctamente ¿o es al revés? Bueno, ya que he cogido carrerilla añadiré que quizá no seamos más que una composición de fragmentos creados en la imaginación de los demás. Cada uno nos puede ver de una manera dependiendo del contexto en que nos encontremos avalados en parte por nuestra presentación en ese contexto. Si los juntáramos todos e hiciéramos una figura quizá nos saliera un Frankenstein —como menciona Harry en otro momento—, pero de la conciencia. Quizá cuando caemos en el error de acercarnos demasiado a lo que se espera de nosotros provocamos nuestro propio desencuentro y con ello el troceo de nuestro interior.

E: Bueno, bueno, no te pases ni te desvíes del tema, apenas me has dicho nada de Tisch, Phineas y Rune.

Y: El joven Tisch se llevó los agasajos de la exposición “la mujer ilustrada” y su esplendor se disipó poco después. Renegó de Harriet que pensó que había creado a un monstruo petulante. Phineas es un negro de tez clara y gay. Actor acostumbrado a representar lo que no es. No se arrepiente de haber llevado la máscara de Harriet en la exitosa exposición de “las habitaciones de la asfixia”. Harrriet siempre lo tuvo en estima y entre ellos se formó una amistad de la que se jactaban aduciendo al PH de sus propias iniciales. Con Rune, el chico guapo, rubio, de ojos azules y 1,90 de estatura llegó el desastre. Sus conexiones con el mundo de la inteligencia artificial, su pasado familiar relacionado con la extraña muerte del padre y algunos secretos con Félix, el fallecido marido de Harriet, superaron a esta, aunque quizá también le superaron a él con su intento de suicidio filmado que resultó ser real. Harriet empalideció cuando vio la tremenda cola para visitar la exposición de su obra “Debajo” y el convencimiento de que Rune rompería el trato de la autoría.

E: ¿Crees que la historia es real?

Y: Desconozco si Harriet o alguien como ella ha existido pero en todo caso Siri Hustvedt ha conseguido que sí exista para nosotros.

E: ¿Y qué más? No me has dicho nada o bien poco del pensamiento, de la relevancia, del miedo, de la culpa, del delirio, del menosprecio, de la singularidad, de la rivalidad, de la discriminación, de la fama, incluso de la enfermedad y la muerte cuyas páginas donde se recoge el final de Harriet merecen mención aparte por su exquisita sensibilidad.

Y: ¡Para, para!, que me tengo que ir. Ya te contaré después, cuando vuelva del club de lectura de la Nau Gran y me iluminen de verdad.


Así quedó mi inquisitivo espejo, reflejando colgadas en la percha las viejas ropas del ser vacío que le dejé.  

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