domingo, 11 de enero de 2015

Muerte en verano y los investigadores de Benjamin Black





MUERTE EN VERANO de BENJAMIN BLACK


COMENTARIO (José Luis Vicent)

Antes de abrir este libro en que el autor utiliza su versión Black con el fin de fundir en uno solo, apellido y género literario engañándonos premeditadamente para no llevarnos luego a engaños, la atractiva y enigmática Francoise d’Aubigny sería una mujer convenientemente casada con un poderoso hombre que conoció en una localidad de su país natal muy próxima a Niza y que estaría afincada en una lujosa mansión a las afueras de Dublín con su marido, el magnate Richard Jewell, su extraña hijita Giselle y su joven cuñada Dannie a menudo atrapada en reincidentes procesos depresivos, mientras el corpulento capataz William Maguire de pasado dudoso y su esposa Sarah estarían cuidando de las cuadras y de la casa respectivamente.

El director del Daily Clarion, Harry Clancy y el periodista Jimmy Minor quizá estuvieran estrujándose el cerebro el uno o pateando ambientes siniestros el otro, en busca de una buena noticia que colocar en la portada del día siguiente para satisfacer al público y sobre todo a su dueño, el propio Jewell.

Quizá  Carlton Sumner, el chulesco y triunfador empresario seguiría haciendo cábalas y buscando artimañas para hacerse con el control de ese diario incluso sin renunciar a retomar, en compañía de su esposa Gloria, una amistad recientemente dañada que en sus mejores tiempos les llevó a compartir descanso, placer y lujo, mientras su malicioso hijo Teddy, escrutador enfermizo, pasearía aireando su estupidez a bordo de un descapotable en compañía de la joven hermana del que todavía sería considerado más rival que amigo.

El Padre Ambrose seguiría dedicado al escrupuloso cuidado de los niños de St. Christopher, un orfanato sito en lo alto de una peña junto al mar, y al control de las cuentas que solo con la ayuda estatal y sin recurrir a la excelente colaboración de benefactores de la categoría de Jewell y Sumner, ambos miembros de “Los Amigos de St. Christopher”, sería incapaz de sostenerse. 

El inspector Hackett estaría tal vez hundido en su sillón de la comisaría esperando alguna importante llamada o arreglando papeles amontonados desordenadamente sobre la mesa, mientras en el pasillo, el sargento Jenkins caminaría desganado arriba y abajo con las orejotas bien abiertas por si del otro lado se escuchaba algo interesante.

El doctor Quirke y su ayudante David Sinclair cumplirían eficazmente con su trabajo como forenses en los sótanos del Hospital de la Sagrada Familia que jamás mezclaban con sus vidas personales, la de Quirke con su actual amiga, la actriz Isabel Gatowey o con su encantadora e independiente hija Phoebe que descansaría libremente en una sencilla y minúscula habitación, y la del solitario Sinclair cuya mayor aspiración consideraba un imposible: que el doctor Quirke se retirase pronto para ocupar su puesto.
     
Pues bien.
Al abrir el libro en su primara página,  Francoise se ha quedado viuda y por tanto Giselle ha perdido a su padre y Dannie a su hermano mayor. Maguire y su esposa desconocen si seguirán o no cuidando caballos y ajuar. El Daily Clarion, su director Harry Clancy, el periodista Jimmy Minor y demás empleados, se han quedado sin dueño y ya se sabe que cuando alguien queda descabezado es asaltado por las dudas en cuanto a sus opiniones y a su futuro. Carlton Sumner quizá lo tenga más fácil para hacerse con esa cabeza aunque ya jamás, ni él ni su familia, podrán recuperar la amistad. El padre Ambrose perderá, si Dios no lo remedia, unos buenos ingresos extra, y el inspector Hackett abandonará por un tiempo el orden de su mesa y levantándose con dificultad de su sillón iniciará sus pesquisas mientras el sargento Jenkins abrirá, más si cabe, sus orejas para no perder comba. Al doctor Quirke le lloverá del cielo una nueva aventura en su vida en la que incluirá a su hija Phoebe y a su ayudante Sinclair que no podrá hacer otra cosa que seguir aprendiendo incluso fuera de su propio trabajo.

Porque el que ha quedado literalmente descabezado es Richard Jewell tras un disparo con la escopeta de caza que en las primeras líneas aun posee entre sus manos.



Este comienzo violento sin embargo, da paso a un desarrollo, que al menos en sus primeras dos terceras partes, se presenta con una velocidad de crucero deliciosa, un ritmo pausado, (“todo se detuvo igual que la escena de un  cuadro” llega a decir una vez) en el que Hackett y Quirke conducen la investigación cuyo fin es a veces olvidado por el lector sutilmente introducido en las relaciones humanas y sentimentales, especialmente del doctor, y que solo en el último tercio empieza a ganar terreno para recordar que además de todo eso, se trata de resolver los detalles e incógnitas de la muerte de un poderoso personaje. Una historia oscura dentro de una novela de agradable lectura en la que los personajes suelen aparecer por dúos para contarse sus emociones y sentimientos alternando largos pasajes reflexivos con otros más sencillos de pregunta y respuesta breves  (Quirke-Francoise, Quirke-Phoebe, Phoebe-Sinclair, Dannie-Phoebe, Sinclair-Dannie), o sus  descubrimientos (Hackett-Quirke en sus elocuentes intercambios de información y amistad) y donde el paisaje, el lugar, la hora del día o de la noche, la temperatura, la luz que entra o la que se queda fuera (“la luz postrera de la tarde llenaba el dormitorio como un gigantesco artefacto dorado que irrumpiera seguro por la ventana”), el ruido del agua, de los pasos en la hierba o de los tacones en el pavimento, el olor de la naturaleza, de las flores silvestres o del perfume de una mujer, las palabras que se gritan o las que se susurran, las que se dicen o las que se callan, todo es tan importante o más que la inequívoca necesidad de conocer también por qué los sesos de Richard Jewell aparecen desparramados ensuciando con premeditada ironía la primera página del libro. 





ALGUNOS PERSONAJES DE LAS NOVELAS NEGRAS DE B. BLACK
por Antonio Rey






Quirke [no tiene nombre]

Quirke trabaja como forense en Dublín en los años 50. No conoció a sus padres. Pasó parte de su infancia en un orfanato dirigido por frailes, la Escuela Industrial de Carricklea, donde sufrió abusos de compañeros y profesores. El juez Griffin se apiadó de él durante una visita y le llevó a vivir con su familia. Estudió medicina. Estuvo casado, pero su mujer falleció hace muchos años.

Tiene 40 años, es rubio, nariz partida, y es corpulento. Adora la soledad aunque de vez en cuando siente nostalgia. Los vivos le resultan más extraños que los muertos. No es paciente ni tolerante. Bebe demasiado, sobre todo whisky, en su taberna habitual, el McGonagle. No es valiente ni decidido.

Vive en una casa de estilo georgiano en Upper Mount Street y trabaja en el Hospital de la Sagrada Familia.




Hackett

Inspector en la Gardai [policía nacional de la República de Irlanda] de Dublin. Está felizmente casado y tiene dos hijos. Hackett nunca será un policía de altos vuelos pero es tenaz y mantiene los casos hasta que se resuelve el misterio. Muchas personas han aprendido por las malas que es un error subestimarlo. Tiene ingenio, es astuto y de modales y formas modestas. A veces, Quirke y él se llevan a cabezazos, pero se tienen respeto mutuo y solucionan fácilmente sus diferencias tomando una copa juntos.

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