lunes, 29 de abril de 2013

El afinador de Pianos, de Daniel Mason

El afinador de pianos: un viaje hacia el sueño mítico y vital

En esta novela encontramos las peripecias del inglés Edgar Drake, un hombre corriente con una profesión singular: reparador y afinador de pianos, especializado en los famosos y excelentes Erard. Con una vida gris y un matrimonio rutinario, Drake recibe una sorprendente proposición del ministerio de Defensa británico para arreglar un Erard en Mae Lwin, un territorio habitado por los shan, en los confines orientales de la Birmania  colonial de finales del XIX.

El viaje supone salir de la aburrida vida occidental para conocer la aventura de lo desconocido y exótico. La partida desde el buque en que se embarca Drake está envuelta en la niebla y la bruma, que evocan la ambigüedad y el vacío de los sueños y los deseos no cumplidos. Cuando la mirada del viajero “contempla los remolinos blancos” que la espesa bruma forma en sus dedos, el narrador nos sitúa en el inicio de la aventura:

“Blanco. Como una hoja de papel, como el marfil sin tallar, todo es de color blanco cuando empieza la historia.”

El relato del viaje nos llega a través de la voz narradora de un testigo bastante omnisciente que complementa los detalles de la historia con cartas de Edgar a su mujer, informes oficiales de los militares y del dueño del piano, el misterioso, enigmático y atractivo doctor Anthony Carroll. A partir de ese momento van desapareciendo los blancos nebulosos de la vida de Drake para llenarse de sensaciones cálidas y cromáticas tonalidades, desde el brillante y azul Mediterráneo, el  perturbador Índico con la agitación y abigarramiento de Calcuta, hasta la inquietante y luminosa Birmania. Esta tierra, bañada por un sol excesivo, que hace perder a las cosas y a los paisajes sus perfiles y sus límites, va sumergiendo al viajero en una irrealidad fascinante, que narcotiza la razón y aviva los sentidos y las pasiones.

La percepción de que su itinerario interior le llevará a una transformación vital y existencial, cobra en la novela carácter de presagio de la muerte como forma de acceso a otro plano de la realidad. Este lenguaje simbólico se atribuye a las creencias de los shan, a los que el narrador atribuye más valor intuitivo y verdadero que a las racionales afirmaciones occidentales:

“Por eso las lunas llenas marcan los principios, los momentos del cambio, y se debe prestar mucha atención a los presagios”

El carácter  mítico del viaje de Edgar  adquiere un tono premonitorio en el relato del viejo africano al que llaman Hombre de Una Sola Historia. Su cuento narra  su encuentro, cuando era joven y estaba perdido en una tormenta de arena, con una especie de sirena del desierto. Así como los marineros de La Odisea son atrapados por  sus mágicas melodías, el mozo queda sordo para siempre tras escuchar su canto. Como él mismo dice, “después  de haber escuchado algo tan hermoso, dejé de captar el sonido […] después de aquella canción, para mí ya no puede haber más historias después de aquélla.”

La llegada a Rangún y el posterior viaje a Mandalay permiten al lector acercarse al ambiente militar de los colonizadores británicos y sus costumbres. Desde el comienzo, Edgar siente indiferencia por el mundo que se le ofrece y no comprende la forma de ocupación del imperio inglés en sus colonias. Su espíritu  inquieto y su emotiva curiosidad le hacen sentirse mucho más cerca de la cultura nativa y del hombre que le ha impulsado hacia las lejanas tierras de Oriente para afinar un piano. Contempla con irónica distancia las reuniones y formas de diversión de los colonos (caza del tigre), y no niega que le aburren y no le interesan. “Da la impresión de que han importado el ambiente”: eso es lo que piensa Edgar de sus  compatriotas.

El viaje de Mandalay a Mae lwin y el pueblo de los shan transcurre en un agitado espacio emocional, en el que Edgar descubre un mundo nuevo y vivificante lleno de sensualidad y belleza. Su identificación con el doctor Carroll y su proyecto de pacificar los territorios mediante la música y la palabra, le trasladarán a otro universo lejano y aislado, del que no podrá partir nunca más. Como Ulises, Edgar ha quedado atrapado en el mundo de los sueños cumplidos y no podrá volver al lugar anterior del cual procedía. Su viaje, abrazado al piano, acaba en las aguas del río donde lentamente se sumerge. No tiene retorno,  pues su dirección lo lleva hacia la aldea de los shan, hacia el mundo mágico de Mae Lwin. Cuando el héroe muere, acaba el relato. GB



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