lunes, 11 de febrero de 2013

Quijote (I-IX) Humor y comicidad

Humor y comicidad

Desde las primeras líneas, el lector percibe que el relato está conducido por una voz narradora subjetiva e implicada en la historia narrada, de tal forma, que además de los comentarios más o menos explícitos sobre los personajes y los hechos que les incumben, una sutil y fina ironía sobrevuela las palabras y frases que componen esta extensa y genial novela. El humor se filtra en cada capítulo y lo impregna todo, de modo que mediante este recurso, el narrador critica y valora todo lo que se le pone por delante, ya sea un asunto social, cultural o literario.

Como dice Henri Bergson en su ensayo La risa, el humor y su pariente la ironía se apoyan en una serie de técnicas universales que se pueden aplicar tanto al arte como a la vida. Hay dos que son reconocibles en el Quijote: la exageración y el contraste.  La primera es muy evidente en las numerosas caricaturas que encontramos, desde la del  propio hidalgo hasta las de los libros de caballerías, con los ridículos nombres de gigantes (Caraculiambro) y lugares (isla Malindrania). En otras ocasiones se parodia el género pastoril y sus gongorinos adornos (Apenas había el rubicundo Apolo tendido por la faz de la ancha y espaciosa tierra las doradas hebras de sus hermosos cabellos..) así como se denuncia la recurrente y ridícula desmesura con que el género caballeresco trataba a sus personajes: ...desfacer agravios, socorrer viudas, amparar doncellas, de aquellas que andaban con sus azotes y palafrenes, y con toda su virginidad a cuestas, de monte en monte y de valle en valle [...] doncella hubo en los pasados tiempos que al cabo de ochenta años, que en todos ellos no durmió un día debajo de tejado, y se fue tan entera a la sepultura como la madre que la había parido.

El contraste como recurso humorístico se extiende a lo largo de toda la novela. Puede ser un doble sentido en las irónicas explicaciones del narrador sobre la locura de don Quijote (se le pasaban las noches leyendo de claro en claro , y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer...)  o en los diálogos de los personajes, como cuando dice el ventero: 
-Según eso, las camas de su merced serán duras peñas y su dormir, siempre velar...

Pero no olvidemos que el contraste más productivo desde el punto de vista del humor es el que ya hemos explicado, el que hace que cada personajes sea a la vez "real" y literario, lo que da lugar a situaciones y conversaciones donde la gracia y la agudeza se combinan con la sorna y la socarronería. Así ocurre cuando don Quijote dice que como caballero debe velar, y Sancho está encantado de dormir; o la forma en que  don Quijote deja de lado  sus espirituales usos caballerescos porque tiene hambre, o siente dolor y frío. 

Otro aspecto que hay que distinguir es la comicidad, recurso distinto del humor, aunque igualmente provoque risa, que se manifiesta en los numerosos gags que salpican la narración de las aventuras de DQ. Seguramente el gusto de Cervantes por el teatro, género que también probó, le hizo ducho en la tarea de componer escenas y secuencias con gran sentido cómico. En esta categoría incluiríamos todas las repentinas arremetidas de DQ contra arrieros, molinos y gentes de buen y mal vivir. También los comentarios que aparecen entre paréntesis, auténticos apartes teatrales con los que el narrador busca la complicidad del lector: ...una manada de puercos (que, sin perdón, sí se llaman).

Finalizamos con la siguiente observación: lo cómico es lo que nos hace reír, y lo irónico es lo que nos hace sonreír y además pensar. De todo hay en esta novela cuya lectura tanto placer nos da. GB 

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